lunes, 9 de noviembre de 2015

Un nuevo viaje

    





Bajo un mar de estrellas, el cuervo vigilaba las tinieblas desde la copa de un árbol. Había viajado mucho, desde muy lejos, y aquella era una tierra extraña para él. Los árboles parecían más altos y más fuertes, la noche más oscura, y sus ojos veían detalles de la naturaleza que nunca antes había observado. Aún asi, después de tanto tiempo sobrevolando el mundo, los objetos luminiscentes permanecían en lo alto casi invariables, como poderosos ojos guardianes de los vivos y de los muertos. El cuervo escuchaba atentamente en la oscuridad, apreciando sonidos que nunca antes había oído. Todo era diferente pero al mismo tiempo todo le resultaba extrañamente familiar. Ahora sus alas habían crecido, al igual que las ramas de los árboles, y se sentía más fuerte que antes de haber emprendido el viaje que le había llevado hasta allí. Quizá ahora pudiera alcanzar los objetos luminiscentes de allí arriba, pues si podían verse significaba que también se podía llegar hasta ellos. O eso creía él. Llegó el momento, pues las primeras luces del alba ya se dejaban ver entre las nubes. Aquello significaba que la espera había concluido. Así que alzó la cabeza, estiró las alas, y de un salto se lanzó hacia su destino.




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