martes, 10 de marzo de 2015

El extraño caso de Karen McGraw. Capítulo IV

    





    Estaban llegando al lugar donde la habían encontrado. Tom llevaba a Laureen en su coche mientras que los dos agentes de policía los seguían de cerca. Tom le había estado contando a Laureen las extrañas circunstancias en las que habían encontrado a Karen.
    —Estaba irreconocible —había dicho Tom—. Apareció completamente desnuda, en medio de un campo de heno de algún granjero de las afueras. Llevaba no sé qué escrito en la espalda. Parecía confusa y desorientada. Ni siquiera me reconocía.
    Tom también le había dicho que intentó meterla en el coche y llevársela a casa, pero justo en ese momento aparecieron varios agentes de policía y se lo impidieron por todos los medios. Al parecer, según le habían dicho, Karen no se iría a ningún lugar, eran órdenes de arriba.
    Avanzaban por un camino sin asfaltar, lleno de baches, que conducía hacia las montañas. Por allí solo había campos de diferentes cultivos y de vez en cuando alguna vieja casa o granero. Tras un largo trecho por aquel tortuoso terreno, giraron hacia la derecha y divisaron a la muchedumbre unos metros más adelante.
    —Es aquí —dijo Tom, reduciendo la marcha del vehículo—. La tienen resguardada en uno de los co... ¡¿Qué demonios...?!
    La última vez que Tom la vio, Karen se encontraba arropada con una manta en uno de los coches patrulla, con algunos agentes haciéndole preguntas. Algunos curiosos se habían conglomerado en torno al lugar de los hechos y charlaban entre ellos, casi todos eran granjeros y campesinos de los alrededores. En cuanto bajaron del coche un hombre se acercó hacia ellos. Era el granjero Ólafsson, un tipo robusto y con la cara llena de pecas. Con él estaba su hijo Zach, ambos fueron los primeros en haber visto a Karen. Tom conocía a aquel joven porque trabajaba en la gasolinera del pueblo.
    —¡Diantres, Tommy! ¡Por fin has vuelto! —el granjero Ólafsson tenía esa voz grave y desgastada de un hombre que llevaba fumando a diario desde los nueve años—. Se han
llevado a tu amiga la rubita. Esos malditos cuervos de uniforme —escupió al suelo.
    Tom parecía al borde de un infarto. Laureen permanecía a su lado, en silencio, pero con los ojos llenos de ira e impaciencia.

    —¿Quiénes? ¿Y a dónde se la han llevado? —preguntó Tom.
    —Vinieron unos tipos. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Hasta la policía parecía tenerles miedo. Iban de negro, un par de ellos con gabardina, como si fueran el jodido FBI. La metieron en una furgoneta negra y se la llevaron. Al lado de esas personas los agentes de policía parecían corderitos descarriados. Esto no pinta bien, muchacho.
    Tom y Laureen se miraron, incrédulos. Karen había desaparecido por segunda vez.
    —Señores —era el agente Richard Stevens—, me temo que este asunto se escapa a nuestro control. Os agradecemos la colaboración.
    Luego añadió, dirigiéndose a Laureen:
    —Señorita Thompson, lo único que sabemos es que su novia está a salvo, le están haciendo pruebas. No sabemos nada más. Tome —le entregó una tarjeta—, este es su contacto. Solo él contestará a sus preguntas. Lo siento. No podemos hacer más.
    Laureen observó la tarjeta.
    —No hay ningún teléfono —dijo.
    —Así es. Solo trae el nombre de la persona que la llamará a usted. Buena suerte, Laureen.
    El agente giró sobre sus talones y se largó de allí, junto con el resto de policías.
    La situación empeoraba por momentos. Laureen, pese a su autocontrol, estaba a punto de llorar de impotencia, mientras que Tom maldecía constantemente y se sujetaba la cabeza con las manos. Era como una pesadilla, solo que aún no sabían que la pesadilla no había hecho más que comenzar.
    —Vengan a casa, he de contarles algo —dijo el hijo de Ólaffson, el cual había permanecido callado hasta el momento. A continuación, metió la mano en el bolso de su camisa y sacó una cajetilla de tabaco—. ¿Fuman?
    La casa de Ólafsson y Zach era realmente humilde. En cuanto se acercaron, un enorme perro negro atado a una estaca comenzó a ladrar con efusividad. Al lado de la entrada había una bicicleta vieja que quizá en algún tiempo había sido roja. Tom recordaba haberla visto antes en la gasolinera, así que Zach la debía de utilizar como medio de transporte, a pesar de que tardaría al menos media hora en llegar hasta allí.
    Una vez dentro de la casa, el granjero Ólaffsson gruñó algo acerca de una botella que parecía muy importante para él y se dirigió a la despensa. El resto se sentaron frente a la chimenea apagada, en unos cómodos sillones de cuero de gran calidad.
    —Yo la encontré —dijo Zach—. Sif, nuestra perra, no paraba de ladrar. Eran las cinco de la mañana, así que avisé a mi padre, cogimos un par de escopetas, y salimos afuera.
    Ólaffson había regresado. Traía una polvorienta botella de cristal con una extraña etiqueta. Era whiskey, traído hacía muchos años de su tierra natal. Se sirvió un poco en un vaso y se lo bebió de un rápido trago. Después, asintió para sí y sirvió una pequeña copa a cada uno y de nuevo, otra para él.
    —Empezamos a gritar para asustarla —continuó Zach, tras beber un trago de su vaso—, pensábamos que era algún tipo de criminal. Pero ella no se inmutó, no parecía entendernos. Cuando nos acercamos más, vimos que estaba desnuda y desorientada y que tenía algo escrito en la espalda.
    —¿Qué tenía escrito? ¿Llevaba algún signo de violencia en el cuerpo? —dijo Laureen.
    —Sujeto analizado: positivo —la voz grave de Ólaffson sonó desde atrás, sobrecogiéndoles.
    —No te preocupes —continuó Zach—, yo no he visto marcas de ningún tipo, no creo que la hubieran agredido sexualmente.
    —Es increíble... —el granjero Ólaffson hablaba casi sin dirigirse a ellos, como enfrascado en sus pensamientos—. Treinta años después la misma mierda.
    —¡Padre! Por favor.
    Ólaffson se acercó a ellos, tenía el rostro sombío y sus espesas cejas le daban cierto toque misterioso a su aspecto.
    —Tened mucho cuidado en dónde os metéis, muchachos. Vuestra rubita no es la primera víctima ni será la última —a continuación posó su vaso y se puso el chaleco—. Me voy a dar una vuelta. Espero que Zach no os llene la cabeza de pájaros. Siento tener que decíroslo, pero me temo que no tenéis nada que hacer.
    Ólaffson se marchó de su casa. Por la ventana vieron cómo se echaba al hombro algún tipo de herramienta para la tierra y se llevaba a la perra. Tom fue el primero en romper el silencio:
    —¿A qué se refería tu padre, si puede saberse?
    Zach suspiró.
    —Esta historia no es nueva para él, ni para mí. Vuestra amiga llevaba escrito lo mismo que mi madre antes de morir.
    Laureen sintió un escalofrío. Tom dirigió una inquieta mirada a las cenizas que había en la chimenea. Zach los obervó con cautela, luego bebió otro trago.
    Instantes después, el teléfono de Laureen sonó.




2 comentarios:

  1. uysss uysss que me lo pierdooooooo. Casi llego tarde. Un besazo.

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  2. Buenos días!!!Soy Esther G.R. del blog El Lado Oscuro y también formo parte de la iniciativa "Seamos seguidores". Te sigo y te dejo el enlace a mi blog para que te pases.

    http://esthervampire.blogspot.com.es/

    Un abrazo y nos leemos.

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